El envejecimiento no ocurre repentinamente; ni comienza con canas o arrugas que vea en el espejo: se instala de manera discreta, casi imperceptible. Al principio, usted amanece un poco más cansado. Luego nota que el fin de semana ya no es tan relajante, y una caminata sencilla o una tarea del hogar comienza a parecerle un poco más difícil que antes.
Lo atribuye al estrés, a la edad o la falta de sueño. Se dice: "Solo necesito descanzar y todo pasará". Pero ya hay un cambio interno: su cuerpo ya no responde como antes, y no envía señales contundentes. Todo desaparece gradualmente - la fuerza, la claridad, la energía.
Su cuerpo comienza a debilitarse lentamente: la resistencia disminuye, surge irritabilidad, aparece el dolor de cabeza, trastornos del sueño e inestabilidad del estado de ánimo. El peso aumenta y la energía se agota. La apatía se instala y termina convirtiéndose en fatiga. Sigue siendo usted, pero ya no es la misma persona que era hace diez años.
Su cerebro funciona más lento y su memoria comienza a fallar. Duerme, pero no se recupera; come, pero no se siente lleno. Nada de esto es es señal de falta de voluntad: es el reflejo de que su salud biológica ya ha comenzado a deteriorarse, sin previo aviso y sin dolor, lentamente, desde adentro.
Solíamos pensar que la vejez llegaba después de los 70 años, pero el envejecimiento biológico comienza a los 30 años. Ha pasado desapercibido porque sus efectos son sistémicos y silenciosos. Mientras vive, trabaja y cuida de los demás, en su interior ocurren disfunciones: las hormonas decrecen, los vasos sanguíneos se endurecen y el metabolismo se hace más lento. Aún no es una enfermedad, pero tampoco es salud: es una etapa de preenfermedad.
Y llega un día que estas alteraciones se agrupan en un triángulo: el síndrome metabólico, conocido como el "triángulo de la muerte": sobrepeso, hipertensión arterial y alteraciones en el azúcar. Por separado, son manejables; juntos, forman un círculo vicioso. La presión arterial daña los vasos sanguíneos; el exceso de azúcar perjudica el sistema nervioso; el sobrepeso afecta hormonas y articulaciones. Un fallo desencadena otro, y este proceso puede durar años, hasta que sea demasiado tarde.
Lo más preocupante es que la mayoría de las personas entra en este ciclo sin darse cuenta: Sin diagnóstico y sin síntomas aparentes. Continúan con sus vidas, hasta que el cuerpo cede por completo.